Hace algo más de un siglo, Micronesia, al noreste de Papúa Nueva Guinea, era parte del Imperio Español. Ahora, después de haber pasado también por manos de los portugueses, alemanes, japoneses, y norteamericanos, es un lugar muy tranquilo, por donde solo pasan turistas de luna de miel, o surfistas como Kolohe Andino para surfear Palikir Pass (P-Pass).
El nivel de yodo radioactivo en el agua de mar cercana a la accidentada central nuclear de Fukushima es 3.355 veces superior a la norma legal según leo en la prensa hoy.
Veo en la televisión a un japonés diciendo que el yodo 131 tiene una vida media de ocho días, por lo que para cuando pueda llegar a la gente ya estará considerablemente deteriorado. Que no hay que preocuparse, dice. Pues lo estoy.
Si yo estoy preocupado, y estoy a miles de kilómetros de allí, no se como estarán los que viven allí, que además de sufrir la tragedia de perder a familiares y amigos, de perder sus casas y sus pertenencias, también ven como el agua que les rodea está contaminada.
Que les pregunten a los habitantes del Atolón de las islas Bikini, en Micronesia, por ejemplo, cuales fueron los efectos de la radioactividad en el mar después las pruebas nucleares realizadas por los Estados Unidos.