Ayer el mar estaba gris y feo. Hacía tanto viento que la lluvia hacía daño al caer, y el mar era una lavadora. Son días como estos en los que recuerdas el último baño bueno que te pegaste, ese día de sol y líneas perfectas llegando por el horizonte que cogiste hasta empacharte, y te preguntas si no pudiste tomar ese momento y exprimirlo un poco más, un par de olas más antes de quedarte totalmente helado en el agua, un par de olas más antes de que se te caigan los brazos de tanto remar.
Las previsiones para el resto de la semana son bastante tristes. Mucho mar, y vientos fuertes del oeste y del noroeste. A ver si la semana que viene...
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