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Tercera y última versión del rescate en Somo

- junio 03, 2007 - Comenta

Hemos tenido el honor de que el protagonista del rescate haya escrito en esta página para contarnos su aventura.

Esta narración, contada con gran estilo por cierto, da por cerradas las versiones que sobre este rescate se han contado.

De ella me quedo con la frase con la que empieza y que debe hacernos reflexionar a muchos:
"Creo que nadie puede negar lo inmensamente loable de arriesgar la vida por otra persona, por salvar la de un desconocido"...

Creo que nadie puede negar lo inmensamente loable de arriesgar la vida por otra persona, por salvar la de un desconocido.

El domingo pasado cometí el gran error de entrar al agua a montar olas con un amigo, en el peor momento que alguien puede elegir para darse un baño, comprometiendo sin querer mi vida y la de los que entraron a sacarme del infierno.

Calculo desde mi lugar lo incomprensible de leer dos versiones tan distintas de mi rescate, y sonrío sabiendo lo simple de la respuesta.

Esta es la historia desde mi punto de vista, mi desesperación, mis mareos y mis calambres de agua salada, con ayuda de los recuerdos de quienes estaban en la playa:

Entramos al agua a las seis de la tarde, dejando a mi mujer resguardada de la llovizna en un bar, bromeando sobre el fuerte viento y lo raro de la playa de Somo sin surfers -solo un par de kitesurfers rompían la soledad-.

Durante un rato intentamos agarrar un par de olas desastrosas y decidimos volver a la arena al ver que el mar nos complicaría la salida. Empieza el largo camino hasta la orilla, muchos minutos y varios intentos sin éxito; por fin una masa inmensa de agua nos cubre y pierdo de vista a Manu; me preocupo y dejo de nadar hasta que lo veo en la playa, haciendo señas con su tabla. Ha sido inmensamente más fuerte que yo y ya he perdido una buena racha de olas.

Ya más tranquilo me digo “a seguir remando que es hora de ir a casa” y peleo un rato más. Después de varios minutos me agoto de nadar y empiezo a sentir frío, un calambre me endurece las piernas y me doy por vencido, pensando lo absurdo de todo, y repitiéndome sin mucho convencimiento “la primera regla es no desesperar”.

Mientras, alertada por Manu, mi mujer ya ha pedido ayuda a unas personas que llaman a la guardia civil y mi amigo intenta entrar al mar a ayudarme; el cansancio lo vencería y le hago señas para que vuelva a la orilla. Desde el agua veo gente que se empieza a reunir y muevo los brazos en alto.

En ese momento, acude a la playa Marcos (quien no supe que se trataba de un guardia civil hasta que me lo dijeron en el hospital); al verme se quita el traje y se tira al agua con la tabla de Manu.

Dentro del mar, en mi plena “poco controlada” desesperación, veo a alguien casi desnudo acercándose bastante rápido con la tabla blanca; al llegar a mi me tranquiliza y me pregunta que pasó; me explica que hacer y me promete la tierra firme. Se baja de la tabla y rema por los dos para acercarnos a la rompiente mientras se me pasa el cansancio muscular y el calambre.

Intentamos salir durante unos 15 minutos, me caigo un par de veces y me ayuda a subir a la tabla.Al rato llega un hombre con patas de rana (quien sería el danés) y nos ofrece ayuda, y unos minutos más tarde “Capi” David García (a quien tampoco conocía).

En algún momento mi memoria se pierde, entre gritos y tensión, y me encuentro remando con los tres en un Cantábrico cada vez más agreste y lleno de viento, sintiendo la fuerza de la corriente que nos arrastra.

Entre la confusión y la preocupación por mi estado deciden para donde ir, y como hacerlo; Capi es buen conocedor de la playa y sus corrientes y nos explica por donde. Yo me limito a intentar obedecer; me caigo de la tabla estúpidamente cada metro y medio y entorpezco mi propio salvamento. A cada grito de alerta o indicación me respondo en la cabeza “estoy muy asustado, mierda, estoy muy asustado… ”; la tarde se hace infinita… y siento que no salimos más.

Un Zodiac se acerca pero es muy peligroso y le hacen señas para que no entre.

El guardia civil se baja de la tabla (que agarra el danés) y se sube conmigo; me empuja a remar con él y obedecemos los gritos de Capi a subirnos a una ola inmensa, mientras este nos empuja de los talones para tomar velocidad. “Esta ola.. esta ola,… esta ola, vamos a por esta… que salimos!!”

Agarramos una inmensa y llegamos lejos. El danés controla hábilmente las tablas durante todo el recorrido. Sentimos el alivio de casi salir, tocamos la arena con los pies y mi alegría me empuja estúpidamente a intentar nadar a la playa, con el agua a la altura del cuello. Marcos me grita que no y el mar nos traga una vez más, otra vez por mi culpa.

Yo respiro con mucha tensión, y pierdo absolutamente el control; trago agua, y respiro nerviosamente un par de veces más antes de que nos pegue otra ola.

Capi me tranquiliza, y Marcos grita a las tablas de nuevo, que el danés controla para que no nos golpeen.

Otra vez los gritos a coro de “a por estaaaa… vamos a por esta… que salimos!!” y siento la velocidad del mar que empuja, otra vez la fuerza en los talones, cuatro brazos en una tabla y siento que una ola gigante nos rompe encima, arrancándome a Marcos de la espalda que me expulsa a la orilla.

Las tablas se zafan y una de ellas golpea al guardia en la cabeza.Son más de las 8 de la tarde, para mí el infierno a terminado… alguien me espera en la orilla y me dejo arrastrar hasta la arena, vomitándole agua en los pantalones.

Nos trasladan a Valdecilla y dejo de estar alerta…

He vuelto a nacer.

Del “después” solo recuerdo borrosos detalles: el inmenso cariño con que me trató cada medico y enfermera/o que me cuidó desde la playa hasta dejar Urgencias, y la atención de cada uno de los que de una forma u otra participaron del rescate. Me doy cuenta del peligro que corrió la gente del Zodiac y me estremece. Gracias a todos ellos.

La participación de cada uno de los tres que estuvieron en el agua conmigo es digna de aplausos y reconocimiento, estoy vivo gracias a la valentía de tres desconocidos y les estaré eternamente agradecido.

Este es mi pequeño homenaje a los surfers que todos los años sacan a gente del mar, y la impagable vocación de servicio con que un guardia civil nadó hacia mí sin las garantías necesarias para sobrevivir.

Gracias a las personas que dieron la voz de alerta.

Gracias Capi, Danés y Marcos.

Espero la vida me dé oportunidades de devolver el favor.

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