... Concluiré con un caso especialmente llamativo. Se trata del logo de la Euskal Herriko Surf Federakuntza. En él colisionan las dos formas de concebir lo que nos es común. Por un lado, el uso que se hace de las siglas evidencia una vivencia profundamente enraizada de lo vasco. De hecho, la sudadera con las siglas EHSF se ha convertido en uno de los principales fetiches pop nacionalistas de los últimos años, más eficaz que muchas siglas con mayor enjundia política. A falta de realidades políticas territorialmente unificadoras, bien vale apoyarse en una federación deportiva que dota de plausibilidad a la idea de Euskal Herria. Pero el logo tiene otro componente en el que habitualmente no se repara, la ola que envuelve literalmente las siglas. Esta ola constituye la refutación del sentido territorial que se atribuye a las siglas.

La ola es la metáfora por excelencia de una sociedad líquida, constituida por flujos. Una sociedad en la que las fronteras territoriales han dejado de tener sentido “político”. Ya advertía Gilles Deleuze que los auténticos héroes de la posmodernidad, quienes mejor saben leer la textura del mundo, no son tanto los políticos cuanto los surfers. La campeona mundial de surf, Stephanie Gilmore, declaraba recientemente que «no se puede ganar controlando las olas». No hay mejor lección de geopolítica. Para sonrojo de los usos políticamente sesgados del logo de la EHSF, la desaparecida y no hace mucho recuperada mejor ola izquierda de Europa, la de Mundaka, una de las controversias más interesantes de los últimos años, ha demostrado que la política es cuestión de corrientes desterritorializadas. Que es, en una palabra, más acuciante que nunca pasar de una configuración mental de máquina herramienta a la mecánica de fluidos. Al menos en lo que a los logos se refiere.

Publicado en Gara el 23/01/2009

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