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Cuando el CT llegó a una piscina de olas en 1985

- mayo 24, 2023 - Comenta
World Inland Surfing Championships 06
El Surf Ranch Pro no es la primera prueba del CT que se va a celebrar en una ola artificial. Ya en el año 1985 se celebró el World Inland Surfing Championships y fue un desastre. Esta es su historia.


En aquel entonces el campeonato del mundo constaba de 20 pruebas y a la organización de la ASP le pareció una buena idea el incluir una prueba en una ola artificial. Era la solución perfecta para los problemas que tenía el surf para ser retransmitido por televisión, además de ser un reclamo perfecto para los anunciantes.



La ola elegida fue la de Dorney Park, en Allentown, Pensilvania, a más de 160 kilómetros de la playa más cercana, un parque acuático al que añadieron una piscina de olas que costó 10 millones de dólares de aquél entonces.



Con la intención de causar un gran impacto mediático, el Dorney Park trajo a algunos de los mejores surfistas del circuito profesional para la primera competición del CT en una ola artificial, entre el 19 y 23 de junio de 1985, pocos días después de que el parque abriera sus puertas por primera vez.



El evento atrajo a 70 surfistas, incluidos 25 de los 30 mejores del mundo, para competir por 25.000 dólares en premios en olas que supuestamente iban a llegar a los 7 pies de altura.



"Definirlo como revolucionario es probablemente subestimarlo", declaró Jim Karabasz, un entusiasta del surf de toda la vida que era entonces el Director de Surfing de Dorney Park y uno de los artífices de hacer llegar el CT a su piscina.



Karabasz contacto con la ASP el año interior para venderles la idea de realizar una competición en una ola artificial, y les pareció una gran ideal, "llevar el deporte a la gente" así que dieron el visto bueno y se convirtió en una de las 20 pruebas del CT del 85.



La competencia fue un choque de culturas. La gente no estaba acostumbrada a ver tablas de surf y a sus estrellas con sus rubias melenas en medio de Pensilvania. Incluso la policía local les miraba raro cuando llevaban sus tablas de surf desde el hotel hasta el parque acuático.

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"Salimos del coche, Pottz, Elko, el Sr. X (Glen Winton) y yo", recuerda Tom Carroll. "Allí estábamos, de pie, con nuestras tablas bajo el brazo al borde de una piscina y pensando: ¿pero qué es esto?. En ese momento pensé que aquel era el lugar más extraño del planeta para un surfista. El tipo que dirigía el evento se sumó al grupo. Recuerdo que usaba unos shorts ajustados de gimnasia que hacían que mi bañador pareciese holgado".



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Y fue muy parecido el choque entre los surfistas y las olas artificiales que ninguno de ellos había probado hasta entonces.



Las olas fueron terriblemente malas durante todo el campeonato. Un gorgoteo, que parecía provenir de las entrañas de la piscina, precedía a una descarga de agua similar a la de un water tamaño industrial, formando una ola de altura de la rodilla. Los surfistas no habían visto nunca nada parecido, en gran parte porque el intervalo entre olas era de tres segundos. El campeonato parecía estar destinado a ser recordado como una broma. "¡Pero lo curioso es que ni siquiera fue la peor ola del tour de aquel año!"- comentaba Carroll a Surfer Magazine, que había ganado el título mundial el año anterior en Florida gracias a las olas generadas por una lancha que la organización conducía a toda velocidad en paralelo a la orilla de la playa.

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Cada ola de la piscina era una réplica exacta de anterior. Generadas por ordenador, salían desde una larga rejilla de metal situada en el extremo de la piscina en grupos de 15 olas, una ola cada 2 segundos y medio. A esas 15 olas les seguía una pausa de 2 minutos, hasta que la máquina creaba otra serie de 15 olas. Durante las mangas casi todos los competidores siguieron la misma táctica. Sentados, se balanceaban durante las 14 primeras olas de la serie, ante la creencia no probada de que la última ola sería mejor que las 14 anteriores. Todos surfearon exactamente 10 olas en cada manga. Todos cogieron sus olas de cara. Y prácticamente todas las olas fueron iguales: tras una remada potente, un primer reentry rápido y fuerte, seguido de un segundo reentry más flojo, y fin de la ola. Eso era todo, no había otra opción que realizar.

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"Me di cuenta pronto," recuerda Tom Carroll. "Después de surfear toda mi vida en el mar y tener que lidiar con sus múltiples variables, descubrí que lo que había que hacer en la piscina era coger la undécima ola. Entonces, el surf se convirtió en una ecuación matemática. Sabía exactamente cuántos giros podía hacer, y en qué parte de la ola tenía que estar en cada momento. Podía literalmente coreografiar cada una de mis olas".



Para el día de las finales, la novedad se había esfumado y los espectadores también. La final entre Tom Carroll y Derek Ho se celebró sin apenas público, y finalmente Carroll se llevó el triunfo y loas 4.500 dólares.



El campeonato fue un fracaso, tanto por la asistencia del público, por las sensaciones de los surfistas, y por supuesto, por las olas. Pese a que se intentó volver a llevar otra vez una ola artificial al CT, la idea fue desechada. Hasta hoy.


Artículo basado en:

The 11th Wave (Surfer)
Tom Carroll, 1985, At the World Inland Surfing Championships in Allentown, Pennsylvania
Remembering when pro surfers would catch a wave at Dorney Park's Wildwater Kingdom
Historia de las piscinas de olas: el desastroso campeonato del mundo de 1985 en el Wildwater Kingdom

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