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Olas de Vizcaya en el DEIA

- marzo 07, 2009 - Comenta


Desde hace algún tiempo si estas en Sopelana o alrededores disfrutando de un baño es muy posible que veas a Juan o Sergio en la orilla, siempre con su cámara apuntando hacia el pico. Entonces es cuando piensas si en esa ola has estado bien, si te habrá pillado justo cuando estabas haciendo ese giro hiperradical. Días después as a su web y ves tu foto, es el preciso momento que te habías imaginado salvo porque el giro se convierte en nada y tu estilo da pena. Experiencia personal.

Ahora DEIA ha sacado un reportaje sobre los creadores de OlasdeVizcaya en la que sus credores explican los pormenores de su labor.

Los vigilantes de las olas



Visitar rompientes e inmortalizarlas es más que una pasión para Juan Lazkano y Sergio López, que han plasmado parte de su interminable obra en un DVD con 1.500 fotos.

Portan temperamentos opuestos. Juan Lazkano atesora la templanza, la calma, mientras Sergio López se persona arrojado, visceral. Getxotarra y sopeloztarra, ambos con 33 primaveras a las espaldas, se complementan el uno al otro. Moreno y rubio, evocando al dúo Zipi y Zape, aunados, conforman el equilibrio. Perceptible cuando charlando se corrigen en pro de la concisión. Se contrarrestan. Son polos opuestos que, como los imanes, se han combinado para conformar la unidad. "Queremos hacer algo histórico", esgrimen. Una empresa que nadie haya llevado antes a cabo y que sea motivo de recuerdo en el horizonte del tiempo. Un cometido histórico en el sentido amplio de la palabra.

La fórmula empleada es un cóctel de deporte acuático, fotografía y esfera digital, todo ello aderezado con autoexigencia y pasión. Un Foto-Vídeo titulado Episodio I que aglutina 1.500 instantáneas de surfistas tomadas durante las campañas 2006-07 por diferentes playas de Bizkaia. Empero, este trabajo no sería exclusivo de no ser por dos detalles que conforman una conjunción no materializada por estos lares o, al menos, con semejante empeño.

Esas dos peculiaridades son precisamente el pilar, el objeto de un divertimiento que dejó de serlo para transformarse en quehacer. Una tarea que consiste en procurar capturar mediante el arte de la fotografía el mayor número posible de sesiones de olas. Inmortalizar rompientes mientras éstas son domadas por el ser humano. "Buscamos dar cabida a todo tipo de gentes, niveles y deportes asociados con las olas, con el fin de que todo el mundo pueda tener una foto suya". En este sentido, son democráticos. Es el fundamento de su obra. Abogan por lo "popular", pues, habitualmente, quienes captan los flashes de las cámaras son los más reputados. En cierto modo, huyen de la exquisitez. Asimismo, aseveran, los medios (haciendo referencia a la prensa especializada) generalmente no abarcan todas las modalidades en un mismo espacio. No hay oferta para toda clase de demandas.

Las raíces de este proyecto brotan en 1998, de la mano de la página web olasdevizcaya.com. Fue la semilla del DVD que hoy en día está en la calle. El rincón digital que actualmente aglutina más de 45.000 instantáneas y que nació con la suerte de ser de un hobbie. "No me gusta tirar ninguna foto, por mala que sea. El otro día me dije: pero cómo puedo tener tantas fotos. Me he dado cuenta de que me he vuelto un coleccionista de olas, como los de los cromos". Con esta filosofía, la inversión en material y con actualmente más de medio millón de fotografías en el archivo de casa, la idea se antoja ahora como El Álbum Interminable, con infinitos recuadros para imágenes sin adhesivo. La afición puso entonces los grilletes al técnico informático y al licenciado en Comunicación Audiovisual. La web quedó estrecha para las vastas pretensiones de Juan y Sergio. Nuevas disciplinas se iban popularizando (bodyboard, kayak surf...) que contraían nuevas aspiraciones. No en vano, este primer montaje es el inicio, si localizan patrocinadores, de una saga que espera seguir viendo la luz anualmente y recogiendo en formato digital las diferentes modalidades acuáticas.

una prioridad La autoexigencia se hizo entonces más latente. Consultar partes meteorológicos y descubrir recónditos lugares en búsqueda de la perspectiva anhelada pasó al primer plano de sus vidas. "Afecta a las relaciones personales porque hemos tenido que adaptar todo lo que gira en nuestro entorno a lo que nos gusta hacer", apostilla Sergio -mientras envía un saludo a su pareja por su paciencia, al tiempo que su compañero hace lo mismo-. "Cuando tengo un plan y sé que hay buenas olas hago lo posible por no perderme la sesión. Prescindo de otros compromisos", reconoce Juan. Coinciden. Es un nexo, un eslabón. Un modus vivendi. No lucen su lecho en un faro, sino que improvisan con kilometradas a golpe de acelerador. Bakio, Sopelana, Ereaga, La Galea, Azkorri, La Salvaje, Pico Paz, Meñakoz, Jefrys y La Central, entre otros enclaves, son sus segundas moradas. Incluso se ponen de acuerdo para distribuirse unas visitas casi diarias que pueden deparar 200 disparos de objetivo (y por ello dan gracias al abaratamiento del coste merced a la aparición de la fotografía digital); siempre, recalcan, bajo el prisma de la pluralidad. "Somos conscientes de que así abarcamos más público", reconocen, como también admiten que para esta primera sonda lanzada al mercado han escogido la disciplina del surf por su tirón: "hay gente de mayor edad y poder adquisitivo; es más popular, entre otras cosas, porque se conoce desde hace más tiempo", sostienen.

globalización Estos caza-olas abogan por el mestizaje en su trabajo. Sin exclusiones. "Parece raro por la rivalidad que existe, pero no hay nada que odiar, se trata de comprender la belleza de cada disciplina", expresan, a la par que comparan estos deportes "con cualquier faceta de la vida", en la que siempre reluce la "esencia humana". Territorialidad y agresividad se casan en ocasiones. "Es cierto que nos han recriminado, educadamente, que enseñáramos olas a todo el mundo", afirman. Por este motivo se denominan a las zonas más íntimas de la naturaleza costera como Secret Spots (lugares secretos), en la jerga de los cabalgadores de barras acuáticas, donde imperan leyes no redactadas.

Gracias a la diplomacia, pues "hablando se apaciguan las cosas", han salido airosos sustituyendo ubicaciones o nombres por el de Olas desconocidas. "Hay que guardar cierto equilibrio y respeto. Los límites los marca cada uno. Una vez se me acercó un tipo, mientras paseaba con mi novia, y me advirtió de que si sacaba fotos habría gente en el agua que podría querer arrancarme la cabeza", rememora Sergio. "No las saqué", tilda sonriente. Por la cuenta que le pudo traer, claro.

Chancea a su vez Juan cuando relata cómo cayó patas arriba por Punta Galea a un zarzal del que, embarrado y con el equipo encima, no podía zafarse. "Los acantilados son peligrosos", advierten. Voz de experiencia, tono jocoso cargado de admonición. Anécdotas que esperan den sus frutos para seguir ejerciendo de guardianes de las olas, porque donde haya alguien dispuesto a subirse a una ola de la costa vizcaina, habrá listo un objetivo para enfocar.

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