Lo más gracioso de los cuentos de hadas, es que nos olvidamos de ellos muy rapidamente. Crecemos, compramos cosas, construimos vallas
Vendemos nuestra inocencia y olvidamos nuestros sueños
Nos olvidamos de quienes somos para ser algo que no somos
Y seguimos creyendo en esa mentira llamada verdad, hasta que olvidamos como vivimos
O hasta que abrimos los ojos y despertamos.

Supervivencia o superación. Una es instintiva, innata, animal, la otra voluntaria, humana.

Un californiano, Bill Laity, batió el pasado miércoles el Guinness World Record de número de horas consecutivas surfeando. Se pasó 26 horas surfeando en aguas de Huntington Beach para coger 147 olas. Haciendo un rápido cálculo, el tiempo que pasó surfeando para batir el record es lo que me paso yo en el agua en un buen mes.

Quemaduras, hipotermia, tiburones, dolores musculares, sueño, rozaduras por todo el traje. A todo eso se enfrentó el californiano, una gran prueba de espíritu de superación. No tenía por qué hacerlo pero quería conocer cuales eran sus límites, hasta dónde podía aguantar. ¿Es un acto estúpido o una proeza?

En el otro lado tenemos a tres críos, de entre 14 y 15 años, que el pasado 5 de octubre trataron de cruzar con una barquita a motor desde una isla a otra en el archipiélago de Tokelau, Nueva Zelanda. El motor ser les rompió a medio camino quedando a merced de las corrientes. Recorrieron 1.300 kilómetros durante 50 días, en los que solo se alimentaron de agua de lluvia y una gaviota que consiguieron cazar, hasta que un barco atunero les rescató cerca de Fiji. Se les había dado ya por muertos hacía tiempo, hasta se les hizo un funeral en su pueblo natal.

A eso se le llama instinto de supervivencia. Pero se supone que el instinto de supervivencia viene inherente a cualquier ser vivo: luchar por no morir.

Estado en el que quedó Bill Laity después de 26 horas seguidas surfeando

Estado en el que quedaron los tres adolescentes y su lancha después de pasar 50 días a la deriva.